domingo, 19 de septiembre de 2010

La Nación, Lo Otro x Daniel Molina

Metáforas de la vida
Los luminosos pájaros de Anzizar y los monstruos gloriosos de Juan Batalla celebran lo natural y los diez años que cumplió la galería palermitana Elsi del Río
Sábado 14 de agosto de 2010 | Publicado en edición impresa

Por Daniel Molina
Para LA NACION - Buenos Aires, 2010
Nada natural hay en lo humano. No son naturales ni la poesía ni el genocidio ni la escritura ni el vino ni la censura ni el canto gregoriano. También se podría decir lo contrario: puesto que el ser humano es un animal, no hay nada humano -ni siquiera lo más sofisticado de nuestra cultura- que no sea natural: ni la poesía ni el genocidio. La muestras de José Luis Anzizar y Juan Batalla trabajan en el filo de esa dicotomía. De maneras muy disímiles la problematizan, la cuestionan, la desmontan y la superan: su arte sabe que la cultura es nuestra naturaleza.
Anzizar es un apasionado del vuelo: su obra es un canto al cielo. Gran parte de los trabajos que realizó en esta década están estrechamente ligados a su amor por el viaje. A través de planos de aeropuertos, de siluetas de aviones, de una paleta de tonos pastel, de bordados sobre servilletas que sobraron del último vuelo (manualidades de niño escolarizado, homenajes a las labores "femeninas"), Anzizar dibujaba el contorno de su deseo: ser otro. Ese otro que ya profundamente es. En Flying Collors (su muestra de 2009 en Recoleta), aparecía vestido de azafata. No era una pose travesti sino un desnudo total: mostraba -en carne propia- su cicatriz luminosa.
En su obra actual, los aviones persisten como pequeños monogramas bordados, pero el centro de la escena ahora lo ocupan los pájaros. Pájaros que se integran a su mundo de colores Pucci (la aeromoza que Anzizar simula ser es la que lucía los trajecitos que Emilio Pucci había diseñado para Braniff y que brillaban aún más en los aviones que había pintado, a mediados de los años 70, Alexander Calder). Los pájaros de Anzizar son colores en movimiento: no las aves que cantan, sino las plumas que vibran.
La muestra de Anzizar se titula Urban Birdwatching y se inspira en el arte de la observación de pájaros en el entorno urbano. Ni los pájaros que usa en la obra (que toma de los dibujos de Roger Tory Peterson, naturalista estadounidense) ni el entorno en el que los instala tienen nada de natural: su mundo es la paciente construcción de un hábil artesano, que no desmaya ante la desmesura tropical de los detalles. Para esta muestra, el artista produjo dos grandes objetos que simulan jarrones chinos, cubiertos completamente de enramadas coloridas y pájaros hieráticos. Estos jarrones evocan las chinoiseries que abundan en los hogares de la pampa bonaerense. Los jarrones chinos señalan la cultura en el espacio campestre: el reino de lo natural civilizado. Es decir, el triunfo de la cultura sobre la naturaleza.
Sobre esos jarrones de cartón y sobre lienzos y papeles, Anzizar pega sus pájaros recortados, lianas enroscadas, vegetales rosados, verdes pastel, celestes más brillantes que el cielo de la primavera. Borda y cose, como un aplicado alumno de corte y confección. Así construye -confiesa y recorta- su paraíso natural, completamente poetizado. Su orden es un caos: todo está por acontecer, como en el momento inicial. Su reino natural (sus pájaros perfectos, sus ramas barrocas) no es el mundo congelado de la razón sino el universo danzarín de la fiesta: el lugar en el que las aves trinan.
En el jardín de la galería, Juan Batalla exhibe tres esculturas. Es el pasaje a la tercera dimensión de los seres bidimensionales que poblaron su muestra Rinoceronte . Son objetos abstractos, cuya corporeidad sugiere la fuerza animal, el desenfreno natural y la fortaleza secreta, para nada ostentosa, del que se sabe poderoso.
Batalla trabaja con caucho (llantas de bicicleta, en este caso). En cada una de las tres esculturas hay una vibración distinta. Si bien el material impone su presencia en todas ellas (y las hermana por la "piel"), las diferencias de forma y de tratamiento las vuelve singulares. Dos de las esculturas están pintadas: una, parcialmente de rojo, y la otra, de plateado. La escultura desnuda, aquella cuya piel de caucho no recibió ningún ropaje y que exhibe impúdica su desnudez feliz, es la más potente: se integra al jardín con la violencia sutil de una planta.
De manera completamente diversa, Anzizar y Batalla producen íconos multifacéticos. Por un lado, trabajan con emblemas de lo natural, de la vida en estado salvaje o de las potencias salvajes de la vida. Por el otro, sus obras demuestran el sinsentido de la división naturaleza-cultura: son los versos de un soneto inconcluso que invita al espectador a continuarlo. Como los luminosos pájaros de Anzizar, los monstruos gloriosos de Batalla son metáforas espléndidas de la vida: es lo natural cuando se lo ha poetizado.

FICHA. Urban Birdwatching , de José Luis Anzizar , y esculturas de Juan Batalla , en Elsi del Río (Humboldt 1510), hasta el 3 de septiembre

adnJOSÉ LUIS ANZIZAR
(Buenos Aires, 1962)
Artista autodidacta, trabaja con dibujo y técnicas experimentales sobre papel. Desde el año 2000, expuso en muestras individuales y colectivas en Buenos Aires, Bahía Blanca, La Plata, Miami, Londres, Berlín y Cartagena de Indias
adnJUAN BATALLA
(Buenos Aires, 1967)
Artista autodidacta, realiza esculturas con caucho e instalaciones. Comenzó a exhibir sus obras en 2001. Expuso en Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, Salta y Bogotá. Curó muestras en el Centro Cultural Ricardo Rojas y en el Museo Blanes (Uruguay) y codirige, con Dany Barreto, la editorial Colección Arte Brujo

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